Hace ya tres años que te conozco; casi tres que te quiero...
Y, sin embargo, todavía, a veces, no me acostumbro.
No quiero acostumbrarme.
Quiero sorprenderme todos los días,
soñar con un rincón kitsch en casa
y tomates sin estrés plantados en una maceta;
y pensar que es maravilloso despertarme a tu lado por las mañanas,
que son maravillosos los desayunos continentales,
los besos de ascensor
y el amor a bocanadas, a veces;
otras, como gotas de lluvia en verano.
Y, sin embargo, todavía, a veces, no me acostumbro.
No quiero acostumbrarme.
Quiero sorprenderme todos los días,
soñar con un rincón kitsch en casa
y tomates sin estrés plantados en una maceta;
y pensar que es maravilloso despertarme a tu lado por las mañanas,
que son maravillosos los desayunos continentales,
los besos de ascensor
y el amor a bocanadas, a veces;
otras, como gotas de lluvia en verano.
2 comentarios:
Ains, qué bella sensación. A los tomates sin estrés los quiero conocer yo...Si le meto un bocado a uno, ¿me contagiaré de su paz?
Helen Ford: Sí, es una bonita sensación :)Los tomates sin estrés contagian su paz, desde luego, y sus vitaminas, y mejor de todo, lo bien que están... Nada que ver con los del súper ;) Un saludo.
Publicar un comentario