viernes, 26 de octubre de 2012

Tacaña

Ahora, en otoño, es tiempo de tener baja la serotonina (me lo explicaste cuando aún éramos prenovias y sólo quedábamos mucho e intentábamos pelar la pava).

Pienso en cosas feas y tengo sueños feos (hace mucho que no los tenía). Se me vienen imágenes feas a la cabeza, y como ahora mi blog ha decaído y sólo me lee un público selecto, puedo decir las mayores tonterías, que pueden hacerme quedar de persona insensible, desequilibrada o misántropa de Molière...Aunque la verdad es que no lo soy; creo que soy una persona feliz el 90% del tiempo, y más o menos equilibrada, salvo cuando me transformé en la rana Ránula.

El perro que tengo de acogida no me ayuda nada. Seguramente fui egoísta al acogerlo, pensando que me iba a ayudar a superar una muerte, pero si algo consigue, más bien es el efecto contrario: sacarme de quicio y hacerme pensar que no quiero a ningún otro perro, que me da igual, que no me produce ninguna ternura, y que sólo quiero a mi perra, que me producía toda la ternura del mundo y despertaba en mí los instintos más bonitos y un cariño enorme que tengo siempre muy concentrado y bien guardado cual tacaña, que no lo reparte, que no lo suelta, en plan tight-fisted mão de vaca, imágenes super ilustrativas de lo que viene siendo ser un tacaño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

cuando el amor se da tanto a alguien, el amor se queda con memoria y no es ser tacaña, es que solo sabe viajar en una dirección..

pero perronuevo un día encontrará el camino a el amorpenko, y no será el de chispa, será el suyo

un beso María
te leo

Anónimo dijo...

ahh que soy Elena

Helen Ford dijo...

Mucho ánimo, Penca, y dale tiempo al nuevo perro, seguro que terminará haciendo que abras el puño y no seas tan agarrá.