lunes, 22 de mayo de 2006

Momento lunar

La tarea de estimar la longitud de la vida humana excede nuestra capacidad, pues en cuanto decimos que dura siglos, nos recuerdan que dura menos que la caída del pétalo de una rosa. (Virginia Woolf, claro).

Anoche como tenía calor me subí a la luna a dormir. La luna era una luna de dibujos animados, como una luna hecha de tela pegada sobre un fondo bidimensional, y enteramente reluciente y sin cráteres. Tenía forma de uña recién cortada, de enigmática sonrisa de gato de Alicia en el País de las Maravillas. (Una sonrisa sibilina y fosforescente, llena de teclas blancas sin semitonos negros, sin ojos ni hocico ni nada). Y por eso era fácil recostarse en ella y que te colgaran los pies, uno a cada lado. Cuando miré hacia abajo vi primero un amasijo de estrellitas de cereales hundiéndose en la lechosa oscuridad de la vía láctea. Luego vi una neblina de luces evaporándose en una masa etérea (cómo me gusta esa palabra) de las profundidades de la gran urbe y llenando la atmósfera de contaminación lumínica.

Entonces me puse a meditar (inevitable, mi mente está pluriempleada, no descansa jamás) sobre todos esos grandes planes que tenía a principio de curso y que no han llegado a dar su fruto, y me di cuenta de que siempre me pasa lo mismo. No me canso de elaborar kilométricas listas mentales de cosas a principio de cuatrimestre, a modo de propósitos de año nuevo (porque en realidad el año siempre ha empezado en octubre, la forma de estructurar 365 días de esa vulgar y descabellada manera con esa honda brecha en enero nunca me ha convencido).

Porque realmente sí que tengo el propósito de hacer algo un poco productivo con mis horas, pero luego ocurre que la mayoría de los planes se quedan en proyectos embrionarios, que nunca llegan a ver la luz por completo. (Aunque por otro lado, también tiene razón Haizea cuando dice que sí que haces cosas, pero cosas de las que tienen resultados poco prácticos y poco visibles, de esas que conforman el bagaje de experiencias memorables de una persona. ¡Y cómo definir lo que es productivo! En realidad ejercitas la vida en general, no es que malgastes el tiempo, sino que lo inviertes en otras cosas, aunque no seas muy consciente ello. Comes, sueñas, lees libros, vas de excursión a Toledo y al parque de atracciones, coleccionas momentos concretos con banda sonora incluida, conversas durante horas sobre las fricadas más grandes jamás imaginadas, y sobre todo, entablas amistades sacras con íntimos desconocidos que por algún extraño fenómeno se cruzan de repente en tu cauce vital, ya sea en una clase, en un bar chuequí, en una asociación o en un blog, siempre en las circunstancias más surrealistas y menos normales. Y quizá eso haya sido lo mejor que me haya pasado en este tiempo subjetivo computable en nueve meses).

Puede que sean reflexiones que se hacen cuando estás en la luna, o cuando los exámenes se aproximan y el curso acaba. (Yo no quiero que acabe. Me aterroriza el verano). Y aunque seas todavía muy chica, tienes esa vaga sensación, a veces poco perceptible (no sabes muy bien ni qué es) de que ha pasado un poco más de tiempo (y que cada persona lo mida como quiera, porque horas, días y meses no son más que instrumentos para computar el tiempo, a menudo incomputable e inmesurable que fabrica la mano del hombre)...Y después de ese tiempo caes en la cuenta de que podrías haberlo aprovechado un poco mejor. O puede que no, puede sólo baste con las conversaciones, con lo inesperado, lo sorprendente y lo cómico de todo en general. (La vida es de coña).

Y tras haber dejado vagar la mente a su libre albedrío me quedé dormida. Creo que soñé con algo agradable, y no precisamente con gafas de pasta, sino más bien con un lambrusco corretando por un corral y comiendo bellotas para ponerse gordo y comestible. Me hacía gracia ese pequeño animal. Y cuando vi que empezaban a cantar los pájaros y que palidecía el escenario del fondo de Madrid, me deslicé por una cuerda hasta mi ventana y seguí durmiendo hasta que me despertó el súbito estruendo mis propios estornudos.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Y a mi me encanta como escribes :D
Besotes y a seguir asiii!!

Anónimo dijo...

Emperatriz, qué bonito... hacer balance siempre despierta un poco la nostalgia. Hacer planes siempre es emocionante, pero hay que saber que no todos los planes están destinados a cumplirse. O quízá si, a medio o largo plazo. Disfruta de tu sitio privilegiado en la luna.

Un besazo

Anónimo dijo...

me gusta tu nuevo sitio emperatrice :-)

gracias por tus comentarios, como siempre....

nos leemos

autonauta dijo...

me encanta este post (me encanta el lambrusco, la luna, la palabra etéreo y las otras cosas). qué bien escribes. un besazo y enhora buena por el estreno de blog :)))

Anónimo dijo...

penca ¡¡¡que bonito!!

bonito de llamarte penquita (seguro que la luna te llamaba penquita y que el lambrusco te lamia los pies)

el verano no sera tan malo, ya veras

besosss

Fiodor M. Dostoievski dijo...

Está muy chulo. Admiro que sigas manteniendo esa productividad cuando los exámenes nos tienen rodeados y a punto de disparar. Yo, personalmente, no puedo.
Un beso.

PD: ¿El lambrusco no es un vino?.

Anónimo dijo...

Gracias por tu comentario, Dostoievski. Pero sigo manteniendo el ritmo a base de no estudiar. No sé qué va a ser de mí en los exámenes. Yl lambrusco es un vino, pero es que yo soy tan penca que me creía que era un animal.

Anónimo dijo...

wow..., no estudies... o estudia... no se..., pero no dejes de escribir... porque lo haces mágicamente bien... me encanta...

gracias por permitirme leerte

besos

Anónimo dijo...

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