domingo, 22 de enero de 2006

Exámenes

Yo, de verdad, no sé cómo las apaño para dejarlo todo para el último momento a la hora de estudiar. ¡Y pensar que yo antes era empollona y sacaba matrículas de honores! Y gracias a eso no he tenido que pagar nada por la matrícula. Pero, claro, eso era porque quería refugiarme de la realidad circundante, y tenía los estudios como cueva. Ahora afortunadamente se ha acabado la etapa grisácea de mi vida (y he dejado atrás hasta mi nombre), y la de ahora mismo (que tampoco sé cuánto durará, pero por eso tenemos que atrapar el momento como Horacio) es la etapa del color, y del ARCOIRIS. Y además, la vida universitaria tampoco me permite estar muy centrada en los estudios, más que nada es que no me deja tiempo. La universidad es que no está hecha para estudiar realmente. Y yo encima con mi vida bohemia y mi inopia perpetua es que no veo el momento de sentarme e hincar los codos de verdad. Estos días ya me está cundiendo un poco más el tiempo, porque me vengo a la biblioteca de la facultad.

Yo siempre he estudiado mejor en las bibliotecas, porque es que en casa tengo tantas distraccionnes que me resulta imposible concentrarme. Además, no sé, a mí me pasa que en período de exámenes meo más. Sí, sí, tengo constantemente esta necesidad imperiosa de ir al baño. Estás intentando leer por segunda vez el Poema del Mio Cid, (el mismo, el de la barba vellida y el que en buen hora cinxó espada), y de repente te entran unas ganas irrefrenables de ir al baño, y eso te pasa como seis veces a lo largo de la mañana. (Y a eso hay que unir los numerosos viajes a la cocina, porque en período de exámenes también se come mucho más. Quizás es por el desgaste intelectual que una sufre. Una necesita reponer energía cada dos por tres). Total. (Función fáctica inevitable). Que me distraigo mucho en casa, porque encima mi ventana da a un parque precioso germanófilo, que además tiene un cedro enorme de ramas lánguidas justo en la entrada (el famoso cedro que inclina sus ramas bajo el peso insoportable de la nieve invisible, y que sustituye a las cálidas palmeras de mi antigua ciudad de origen). Y a veces también me pongo a mirar a los urbanícolas ir y venir, y a la gente que saca a sus perros, y me pongo a mirar a los perros tan lindos, y echo de menos a Lady Botox, que es mi animal favorito sobre la faz de la tierra aunque pote en mi cama la Noche de Reyes. Total, que no puede ser, que me distraigo mucho, y por eso me vengo a la facultad a estudiar, porque me cunde infinitamente más, y porque además me sirve para relacionarme un poco con otros seres de mi especie (y entiéndase por mi especie el homo sapiens sapiens, aunque no lleven guantes como los míos). Porque bueno, a pesar de mi naturaleza un poco asocial, que a veces roza el borde de la misantropía (pero pocas veces, sólo cuando estoy muy enfadada o resentida con el mundo, y que por otro lado, es algo que no puedo evitar, porque lo de la naturaleza asocial lo llevo también en los genes, genes maternos, claro, igual que la verborrea irrefrenable. ¡Dios mío, qué pedazo de paréntesis! Voy a cerrarlo ya).

Pues por todas estas razones, brevemente expuestas, es por lo que me vengo a estudiar aquí, y ya digo que me cunde bastante cuando me pongo de verdad (que tardo en ponerme). (Ponerme a estudiar, se entiende). Porque a ver, primero hay que comer para coger fuerzas, y comprar donetes, chocolate suizo o panteritas rosas para hacer el estudio más distendido (y meterlo todo clandestinamente en la biblioteca, y yo creo que por eso también pitaba al entrar).

Luego viene la terrible decisión de elegir biblioteca. Lo ideal sería poder estudiar en la biblioteca de humanidades, que es la mía, pero que es muy difícil porque está a tope de gente, e invadido por gente de otras carreras. Entonces, como no hay sitio, pues te vas a otra facultad. Ahora bien, los criterios a la hora de elegir bibliotecas son muy diversos. Por un lado tienes en cuenta qué tal está de luz, de espacio, de ventanas y tal. (Ese es el criterio material, racional, que tendría en cuenta una persona más práctica y menos emperatriz que yo). Y en ese sentido, pues la facultad de derecho puede que sea la mejor. Luego está el criterio no práctico, que es el que tiene más fuerza en mis decisiones. (Bueno, y en las de la Equis, que es la que las toma, porque al fin y al cabo, es mi tutora legal y ella manda en mis acciones). Buscas una biblioteca donde la gente sea un poco más interesante, o más rarita, más variopinta, donde haya una mayor densidad de friquis. Al final en la disyuntiva entre psicología y derecho, te decantas por psicología, porque además, en psicología hay muchas más chicas, y dentro del amplio número de chicas, hay un mayor porcentaje de lesbianas, según tengo entendido. (Es la segunda carrera lésbica en el ranking, después de sociología, por supuesto). (Agárrate con los criterios de selección).

Total, que llegas a la biblioteca de psicología. (Uso de la segunda persona otra vez, una fuente más de lo sublime. ¡Ay, si Pseudo Longino me leyera! Me dedicaría su tratado a mí, en vez de a Terencio). Y una vez que llegas, te asientas, montas el campamento, sacas los libros y cubres la mesa entera de rotuladores de colores para ilustrar los apuntes y al final no te queda ni un espacio visible de tonos madera. (Y sacas la palmerita rosa, también, la que te provoca cefaleas). Luego viene la chica que abre la ventana, y te quedas mirándola, y te desconcentras por completo, o si no, te pones a preguntarte si aquella de las camistea violeta entenderá o no entenderá, o cuántas lesbianas habrá ahora mismo estudiando en la biblioteca aquella. (Bueno, eso más bien se lo pregunta la Equis, que siempre alardea de su RADAR detector de entendedores que nunca le falla). Luego picoteas de la palmerita rosa, y luego dibujas un huevo frito en los apuntes de Poética y Retórica, y ya una vez realizadas todas estas labores necesarias en la fase del pre estudio, pues entonces vas al baño porque tienes pis otra vez. Y bueno, ya una vez que vuelves, entonces te pones a ello de verdad de verdad, y te cunde un montón, y terminas satisfecha y todo. Y entonces se te hace la hora de irte, y te vas. Y eso es todo por hoy. Estoy exangüe. Esta verbodiarrea irrefrenable me está matando. ¡Hasta otro día! Besos, abrazos, y carpe diem

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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