martes, 30 de noviembre de 2010

Hiems hiemis

Qué razón tiene Eloísa cuando dice eso de que invierno e infierno sólo se diferencian en un rasgo fonológico cuando van en pares mínimos. Fuera de la fonología, apenas sí se distinguen.

Hace unos días tuve ganas de rezar, pero no tengo dios. Me entró una congoja terrible, como otras muchas veces me ha pasado. Nunca sabemos lo mucho que queremos a algunas personas hasta que sabemos que su vida ha corrido peligro. Ahora, afortunadamente, lo malo ha pasado.

Yo pienso en lo triste que es el invierno, y el otoño, la lluvia, el frío, las hojas de los árboles cayendo, las sábanas frías... Lo único bueno es que hay mandarinas, que saben mejor las naranjas, que hay castañas y buñuelos de viento, poder ponerme los guantes de homo sapiens, o darnos la mano por dentro del guante, saber que estás conmigo y podemos recordar juntas el otoño de ser prenovias.

Como en la greguería de don Ramón Gómez de la Serna, cuando las sábanas están frías, se sueña en trineo...

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